
Tendría que cerrar mi negocio si no le facilitara a la clientela esa forma de pago. Y los que no quieren pagar por ingreso o transferencia, lo hacen emitiendo talones nominativos, de modo que al final no me queda más remedio que acudir al banco. A mí los bancos me resultan útiles, y creo que los políticos tienen mucha más culpa de lo que está pasando que las entidades bancarias. Además, reconozco que a mí los banqueros me caen bien. De hecho, mi esposa trabaja en un banco desde hace diez años y gana un buen sueldo, que junto al mío, nos permite vivir desahogadamente, hacer viajes que nos encantan, tener un precioso chalet en la Urbanización Los Naranjos y jugar al padel todos los fines de semana.
Josemi todas estas cosas no las entiende, porque para él la vida es ir tirando, morar en una casa que se cae a pedazos, no hacer ningún viaje, beberse unas cervezas o un combinado con los amigos cuando encarta y poco más. Este hombre no tiene aspiraciones, ni quiere casarse, ni forma una familia, ni tener un Iphone como todo el mundo. Y cuando decides quedarte fuera del mundo, el mundo no te deja volver a entrar nunca más. Y llegará el día en que necesites algo del mundo y entonces éste te dará la espalda y te verás más solo que la una. Mi amigo Josemi es uno de esos lobos esteparios que no quiere ser un hombre más, y al que un día encontrarán muerto en su casa, después de estar una semana sin dar señales de vida y que a nadie le extrañe.
Sólo lo descubrirá algún vecino tiquismiquis cuando al salir de su casa, note un olor a podrido proveniente del piso de Josemi, bastante sospechoso. Entonces llamarán a la policía, que pegará en la puerta sin obtener respuesta de Josemi. Unas horas después, volverán con una orden judicial y un equipo de cerrajeros Zaragoza, para que abran la cerradura de su piso. Y allí hallarán a Josemi, remuerto y reseco, como uno de esos pajarracos negros que entran por las ventanas de las casas abandonadas y no dan con la tecla para salir. Uno llega con una escoba y un recogedor, los barre, los tira a la basura y la vida sigue como si allí no hubiera ocurrido nada.
Mientras, los pobres cerrajeros lo ven todo y se preguntan por qué su trabajo a veces es tan extraño y por qué tienen que ver estas cosas. Y lo mal que huele el cadáver... En fin, gajes del oficio. casas en oferta de bancos
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